POR EL ALTO ATLAS, OTRA VEZ

De Imidel a Talmakant

En el tizi-n-Asdim


Desde Imidel, donde hace unos días nos dejó el taxi que nos trajo desde Marrakech, hemos remontado el valle de Aït Hsayn y, por el tizi-n-Oumer (1873 m.) bajo el jbel Gourza (3280 m.) hemos bajado al del assif Anougal.
Los douars son de tapial en la parte baja de los valles y de piedra en las zonas altas. A casi todos llega ya el tendido eléctrico y una pista transitable aunque no para nuestros parámetros.
Después hemos pasado por el tizi-n-Ouddif (2741 m.) junto al jbel Imlit (3245 m.) para caer al valle del assif Ougdamt.
No pensamos hacer ninguna de las muchas cumbres de más de tres mil metros que llenan el Alto Atlas Occidental. Estamos a principios de abril, la nieve las cubre por completo y baja hasta los collados que facilitan el paso.
Por el tizi-n-Tiddi (2751 m.) y el tizi-n-Aghbar (2648 m.) hemos cruzado el gigante de este lado de la cordillera, el Igdat (3618 m.), para alcanzar el alto valle del Nfis, uno de los oueds más importantes.


 Hoy venimos desde Amsiwi en la jornada más agotadora de todo el recorrido: hemos alcanzado las fuentes del Nfis en el verde plató de Tichka. Dentro de pocas semanas, cuando el sol haya abrasado la llanura, los pastores nómadas subirán hasta aquí con sus rebaños. Después de cruzar la cresta del Amendach (3382 m.) por el tizi-n-Asdim (2600 m.) el camino se ha desplomado más de mil metros hasta el vallecito del assif Gourioun.
No hemos encontrado a ningún europeo en esta parte de la gran cordillera norteafricana y los imazhigen se sorprenden de nuestro empeño en recorrer estas montañas. No hay ninguna gîte d´etape en los muchos douars que atravesamos.
Pese a todo, ninguna noche nos hemos quedado a la intemperie porque siempre encontramos cobijo y un tajine para cenar. Ninguna dura jornada hemos prescindido de una mula que acarrease nuestros pesados bultos. Tampoco hemos tenido que patear ninguna pista infame porque siempre ha habido un vehículo que compartir con los locales.
Al llegar a Ighilmaln, las excavadoras ya trabajan en la pista que conectará a sus habitantes con el exterior. Estamos derrengados por una etapa que normalmente se hace en dos días. Bajamos hasta Aguersaffen en la caja de un camión con los obreros que han terminado su jornada.
Said, nuestro guía, está a punto de abandonar dejándonos tirados. No entiende por qué hacemos lo que hacemos. Sin él, que habla amazhig, no podemos continuar. Afortunadamente entra en razón.
Alí nos ofrece su casa. No tiene agua corriente pero en su televisor por satélite zapea entre un millar de canales, y no es una exageración. Ha vuelto a su pueblo de vacaciones desde Casablanca donde trabaja en una fábrica de fosfatos. Él ha conseguido escapar de estas montañas. Orgulloso de sus hijas que han escapado aún más lejos y están en Italia.
Dormimos en su cama. No sabemos dónde lo hará él.

 
Mañana cruzaremos el tizi-n-Wannas, (2367 m.) a la sombra del Mulay Alí (3365 m.) y solo nos quedará bajar un par de días por el valle de Aït Dris para salir de la cordillera. El Atlántico está cerca.
Volveremos a Marrakech, luego a casa y, como la primera vez que vinimos, estaremos un tiempo deslumbrados por los colores de estas montañas y abrumados por la hospitalidad de sus gentes.

El ultimo Atlas Ocidental, desde el tizi-n-Wannas


aït=gente,
tizi=collado,
jbel=montaña,
assif=torrente,
oued=río
douar=aldea,
plató=meseta,
imazhigen=bereberes (sing: amazigh),
gîte d´etape=albergue, refugio,
tajine=plato de verduras con carne

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