POR LAS MONTAÑAS DE WIELICKI

Recorrido de la Tatranská Magistráña polr la vertiente sur de los Altos Tatras



Llevamos tres días de travesía y estas pequeñas montañas ya nos han puesto en nuestro sitio. La niebla, la lluvia y la nieve de este frío otoño nos han obligado a modificar el itinerario previsto por el interior de los Altos Tatras y avanzamos a media altura por el sendero llamado Tatranská Magistrála.
En esta cordillera entre Polonia y Eslovaquia, en el extremo más occidental del gran arco montañoso de los Cárpatos, se forjó la generación más dura de alpinistas del pasado siglo. En los años ochenta, al final del sueño socialista, los alpinistas polacos se lanzaron al Himalaya pero llegaron tarde para las más altas cumbres y las mejores rutas. Entonces optaron por itinerarios imposibles, en un estilo ligero por no llamarlo pobre de material, fuera de estación preferentemente en lo más crudo del invierno y con una determinación casi suicida. Esa década está llena de sus hazañas, pero también de sus tragedias porque la mayoría murió en aquellos años, Kukuczka, Hajzer, Rutkiewicz, Piotrowski, Mrowka… los menos, Kurtyka o Wielicki, sobrevivieron y siguieron escalando en estas montañas.

Zelene pleso, comienza el mal tiempo
En el alpinismo actual poco queda del carácter correoso de aquella generación de detrás del Telón de Acero y nosotros sólo aspiramos a disfrutar de estos Alpes en miniatura que sobrevuelan la cuenca del Danubio y que, al menos en parte, nos resultan familiares: su buen granito en las cumbres nos recuerda a los Galayos, sus lagos profundos como ojos de mar se parecen a los del Pirineo. Sin embargo, los bosques de piceas, moteados del amarillo otoñal de los alerces, que cubren en piedemonte y se desparraman por la llanura, nos hacen soñar con la taiga siberiana.
El tiempo es infame, estamos entre semana y en octubre, y cabría esperar que solos pero no; estas montañas están siempre transitadas porque aquí el montañismo es una actividad tan cotidiana como en España ir al bar. Por eso no nos sorprende la abundancia y calidad de sus refugios, la impecable señalización de los itinerarios y, sobre todo, su perfecto acondicionamiento a base de cables y grapas  en los pasaje comprometidos y, durante kilómetros y kilómetros, su enlosado de granito como si fueran calzadas de gigantes. Sin duda un recuerdo de los trabajos titánicos colectivos de otra época, no sabemos si fruto del fervor socialista o del trabajo forzoso del Gulag.

Popradské pleso y chata (lago y refugio)
Hoy recorremos uno de los tramos más espectaculares entre Bilkobá chata y Popradské chata (léase jata, refugio), a pleno sur sobre la llanura de Poprad; entre 1500 y 2000 m., donde termina la vegetación infranqueable de pino mugo, enano, y empiezan las pedreras. Más abajo, el bosque subalpino boreal lo cubre todo. O casi, desde 19 de noviembre de 2004.
Aquel “viernes negro” para los Tatras, un viento huracanado de más de 180 km/h. tumbó 12.000 ha. de bosque en un cinturón de más de 30 kms. Tres millones de metros cúbicos de madera volaron como palillos.  En unos años se retiró toda y ya se ha repoblado, pero pasarán muchas décadas antes de que esas piceas vuelvan a tener su porte de treinta metros.
Hoy ya sólo nos queda bajar 500 metros de desnivel hasta Propadské pleso (lago).  Mañana, 19 de octubre, subiremos al pico Rysy, techo de Polonia y en Oviedo se entregará el premio Princesa de Asturias de los Deportes a dos enormes montañeros que surgieron de montañas pequeñas, Reinhold Messner de los Dolomitas y Krzysztof Wielicki de los Tatras.

El Rysy no es pico para señoritas