CHÍA EN BICI Y EL FRONTAL DE SAN MARTÍN


DESDE LA RIBAGORZA PIRENAICA


Subiendo en bici de Castejón de Sos al puerto de Chistau muchos sitios son buenos para echar pie a tierra, porque lo pide el cuerpo. Es obligado hacerlo pasado Chía, en lo alto del pueblo, en el parquecillo, con sombra y bancos incluidos, junto a la iglesia de San Martín. Iglesia menor del románico lombardo pirenaico del siglo XIII.
El interior no puede visitarse. Tampoco nos depararía ninguna sorpresa porque los de todos estos templos han sido muy modificados con el paso de los siglos.
Sin embargo de este pequeño templo, que ni siquiera es parroquial, salió una de las piezas clave de la pintura mueble románica: el frontal de altar dedicado a San Martín de Tours. Por estas fechas hace ya un siglo y seguramente para no volver jamás.


Como en tantos otros casos, esto fue posible y hasta legal, gracias a la alianza entre la Iglesia, depositaria de un arte sacro que consideraba suyo, y la burguesía adinerada, ansiosa de piezas para sus colecciones privadas.
Así, el frontal de Chía fue a parar a manos de Lluís Plandiura, industrial catalán que estuvo detrás de gran parte del expolio del arte medieval de la Ribagorza, a principios del pasado siglo. En los años 30, durante la Gran Depresión, y para hacer frente a sus problemas financieros, lo vendió junto con  toda su colección al MNAC (el Museo Nacional de Arte de Cataluña) que por entonces estaba reuniendo los fondos para su apertura oficial.
Ya entonces, razones de todo tipo avalaron la desubicación, por usar un tecnicismo, de muchas obras de arte pirenaicas. Pese su debilidad hoy siguen esgrimiéndose como válidas, lo que hace muy difícil su retorno.
Razones de índole económica: la legalidad contractual de la compraventa de bienes de supuesta propiedad privada, que está en el origen del problema.
De índole museística: la conservación material de unas obras que en su lugar original estaban amenazadas; la unidad estilística de la colección de la escuela de la Ribagorza; su accesibilidad al gran público.
Y, cómo no, de índole política: el arte convertido en seña de identidad de un país, porque no es casual que en 1932, año de la venta al MNAC, comenzara su andadura el Estatut catalán de la II República.
Para desgracia del frontal de San Martín de Chía, éste presenta una singularidad iconográfica que lo hace especialmente valioso. La secuencia de cinco recuadros que describe la vida del santo termina en el inferior derecho: Acosado por el diablo, san Martín agoniza en su lecho de muerte cubierto con una colcha... ¡una colcha con cuatro barras rojas sobre fondo amarillo!



Después de recordar todo esto a la sombra del generoso fresno frente a la iglesia vacía de San Martín de Chía, ya sólo queda volver a montar en la bici y con rabia pedalear y pedalear los 10 kilómetros que quedan de subida, subida de 800 metros de desnivel, hasta llegar al puerto. Sin resuello. A un lado está Ribagorza y al otro Sobrarbe. Sin ánimo de polémica.

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