Llegando a la cumbre del Kang Yatze, 6125 m. (Valle de Markha, Ladakh) |
En Leh, capital de Ladakh (India), conviven dos ciudades bien distintas: la una colorista, con sus habitantes locales budistas de etnia tibetana, que bulle en torno a los mercados, los monasterios y las stupas; la otra verde camuflaje de los militares hindúes venidos del sur y acuartelados en las afueras.
En nuestro viaje del verano de 2011, nada más bajar del
avión en el aeropuerto Kushok Bakula Rinpoche empezamos a captar la
singularidad de la región. Dos semanas después, a nuestro regreso tras visitar
monasterios, recorrer valles y ascender alguna cumbre, volvíamos cargados de
recuerdos y preguntas: ¿por qué desde la independencia india hasta los años
setenta Ladakh ha permanecido cerrado a los extranjeros? ¿por qué todavía lo
están algunos de sus valles? ¿por qué se construyeron dos carreteras imposibles,
desde Kargil y desde Manali, intransitables y cerradas la mayor parte del año
por la nieve? ¿por qué la primera que viene de la frontera con Pakistán no se
pavimenta pero sí es tan ancha como la envergadura del tanque T-72? ¿por qué desde Leh parte
hacia el norte, hasta el recóndito valle de Nubra, la carretera más alta del
mundo por el paso Kardhung La a 5600 m.? ¿por qué se precisan permisos
militares para acceder a numerosos rincones, como el hermoso lago Tso Moriri?
¿por qué los soldados hindúes ignoran a los ladakhíes budistas y por qué ambos
desprecian a los baltíes musulmanes a los que utilizan como porteadores cuando
les faltan caballerías? ¿por qué el retrato del Dalai Lama está en todos los
establecimientos junto a la bandera del Tíbet libre? ¿por qué el palacio real
de Leh se parece tanto al Potala de Lasa?...
En el valle de Markha, Ladakh |