Piornos de Guadarrama, Jaime de Morera, 1901 |
Pocos madrileños
miran más allá del sklyline de las
cuatro torres de Castellana por ver si al norte y entre la nube de
contaminación se intuye la Sierra.
Los
que lo hacen, seguro saben que esas montañas están definitivamente protegidas
desde 2013 como Parque Nacional.
Ya
era hora pasado un siglo desde la promulgación de la primera Ley de Parques que
se materializó al poco en los de Covadonga y Ordesa, todos parques de montaña
(algo tendrá el agua cuando la bendicen).
Pero de aquellos,
que con frecuencia suben a caminar por Siete Picos, a escalar a la Pedriza o a
esquiar en Peñalara, la mayoría desconoce que, ya antes, esas pequeñas montañas
azules en el horizonte fueron el espacio natural ideal de los intelectuales de
la Institución Libre de Enseñanza, empeñados en la empresa imposible de renovar
la educación de este país. Su fundador, Giner de los Ríos, fue al Guadarrama lo
que Rousseau a los Alpes.
Quizás alguien de estos
últimos sepa que ya en el s. XVIII Velázquez también admiró esas
montañas que seguro veía mejor desde el Alcázar de los Austrias donde trabajaba
de lo que se ven ahora desde ese mismo lugar ocupado hoy por el Palacio Real. Y
las pintó incorporándolas como fondo de alguno de sus mejores retratos
cortesanos, con su magistral pincelada blanda de colores enfriados por la
distancia: los deliciosos retratos del príncipe Baltasar Carlos a caballo, o
cazador son dos buenos ejemplos.
Goya
también lo hizo a finales del siglo XVIII, antes de hundirse en la sordera y la
soledad, con un estilo bien distinto, más rudo, más bravo aunque todavía
alegre, en alguno de sus cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa
Bárbara: en La gallina ciega por citar uno.
¿Quién de los que recorren
esas montañas sabe algo más del Guadarrama en el arte?
Pues, conforme el paisaje ganaba protagonismo en el ámbito de la pintura
“seria” y de la no tanto, la Sierra aparecía cada vez más en los lienzos: del
magistral Carlos de Haes, de Martín Rico y Jaime de Morera en el siglo XIX, de Aureliano
de Beruete y Muñoz Degrain a principios del XX.
Lo
siento, hoy tocaba otro post cultureta.
Pero
habrá merecido la pena si alguien que lo haya leído echa además un vistazo al
excelente itinerario didáctico interactivo sobre el tema.
O
mejor, se pasea por el Museo del Prado buscando la luz de la Sierra. Este mes
de noviembre es una buena ocasión aprovechando la iniciativa “Descubriendo la Sierra de Guadarrama en el Prado”.
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