Al
volver del Siroua, el volcán que preside las tierras del azafrán del Anti
Atlas, o de las dunas del erg Chigaga en el Sáhara de verdad, hay que cruzar de nuevo el Alto Atlas de camino a Marrakech. Lo
habitual es hacerlo desde Ouarzazate por el paso de Tizi-n-Tichka, como a la
ida; pero no lo mejor. Más al sur, desde Taliouine, una carretera remonta el
Tizi-n-Test y cae al valle del Nffis. Vale la pena el rodeo aunque solo sea por
visitar la mezquita de Tinmal; o Tinmel, que el sonido de las vocales en árabe
es siempre problemático para un occidental.
Las
mezquitas marroquíes, como en casi todo el mundo islámico, están prohibidas para
los infieles; una lástima. Aunque hay una fácil pero frívola solución, ya que
convertirse al Islam solo requiere recitar la profesión de fé: “Alá es Dios, y Mahoma…” mejor no seguir
porque, si la entrada a esta religión es así de sencilla, la salida es más peligrosa
en los tiempos que corren.