¿RENOMBRAR LOS TRESMILES?



Algunas reflexiones sin ánimo de polémica

El nuevo sector oriental del macizo de la Maladeta desde la Pleta de Llosás según la Comisión Asesora de Toponimia de Aragón


La noticia parecía una broma
  • El Gobierno de Aragón decide poner orden en el caos de nombres de tresmiles que hay en su territorio y nombra una comisión al efecto: la Comisión Asesora de Toponimia de Aragón.
  • El informe oficial emitido  propone cambiar el nombre de los 160 tresmiles del Pirineo de Huesca, y revisa sus cotas y coordenadas. Los más altos: Tuca d´Aneto/Maladeta de Corones-3404 m. Tuca de Posets/Punta de Lardana-3369 m. Punta de Treserols/MontePerdido-3348 m.
  • Los picos se llamarán preferentemente pundas o tucas. La Punta de las Olas (Perdido) se llamará Punda dera Solas, el pico del Medio (Maladeta) Tuca d´el Mich, el Gran Tapou (Vignemale) Punda de Tapón Gran
  • Los nuevos nombres serán acordes con la toponimia aragonesa. Así en lugar de pico Aragüells (Maladeta) será Tuca de la Collada de Cregüeña, el Dedo de Monte Perdido se convertirá en el Mallet dero Portiello, la Torre de Costerillou (Balaitus) queda como O Castelliret
  • Se eliminarán topónimos inventados desde fuera de Aragón: los dos picos del Infierno son desde ahora las Pundas Alta de Pondiellos y de la Nevera, el Pico de los Veteranos (Posets) se convierte en Tuca dels Chiminucs Norte..
  • Se priorizará la denominación local sobre los nombres de pirineistas, en especial franceses. El Soum de Ramond (Perdido) será el Pico d´Añisclo, el pico Cordier (Maladeta) se convertirá en Tuca d´el Cabo de la Tartera, el pico Le Bondidier (Maladeta) en Tuca d´el Morro de Cregüeña Sur, el Margalida (Maladeta) en Tuca del Cabo de Barrancs
  • Se recuperarán los nombres tradicionales de 60 tresmiles que no tenían nombre oficial: Punta de la Cruz (Bachimala), Tuqueta de la Crus (Maladeta), o se les dará uno nuevo de algún montañero o guía local: Tucas de Rabadá y Navarro (Perdiguero), Tuca de Mur (Maladeta)…

Los montañeses y la montaña
Desde tiempos inmemoriales, por estas fechas de principios de verano, el “bestiá puyaba ta la montaña”, el ganado, en el patués del valle de Benasque, subía a los pastos. Todavía hoy lo hace, hasta que los primeros fríos del otoño lo devuelve a los establos.
La montaña para los montañeses llegaba hasta donde llega la hierba para sus rebaños: la montaña del Ampriu, de la Aigüeta de la Vall, de Estós, de Aigualluts, de Vallibierna…



Subamos a esta última montaña. a la Plleta de Llosás.
Más arriba de los pastos, las rocas y los hielos carecían por completo de interés para aquellas gentes que sólo se acercaban hasta los lagos (ibones de Llosás o Ballibierna) o las pedreras bajo las cumbres más próximas (tuca Arnau, tuqueta Bllanca)  cuando se descarriaba algún animal, con la escopeta al hombro por si algún sarrio se ponía a tiro. Arriba del todo (en la confusa Maladeta) solo habitaban leyendas piadosas y desgraciadas. 
A diferencia de otras montañas del mundo, hacía siglos que les habían enseñado que los dioses no estaban allí sino en las iglesias. Por eso jamás pensaron en subir hasta lo más alto y mucho menos en cómo de alto era aquello. Si lo hubieran hecho entonces lo habrían calculado en varas, que el sistema métrico decimal aparecerá en 1800 y en Francia. 
Las cumbres no existían y los tresmiles menos.

Por todo esto la Comisión Asesora de Toponimia de Aragón hubiera hecho bien en “rebajar” sus pretensiones y normalizar con rigor documental que no es fácil, los nombres de esta montaña media de toda la vida, para conservarlos y difundirlos, pero en patués. Y en su caso en chistabín, o en cheso o en ansotano, que éste es el auténtico patrimonio inmaterial en riesgo de desaparición a proteger. Aunque cualquiera podrá seguir llamando a los ibones lagos y a London Londres.

Los montañeros y la montaña
Pero llegó el siglo XVIII y las luces de la Ilustración empezaron a cambiar las cosas. Primero en Francia, con retraso en España, poco en la vertiente sur del Pirineo.
Sigamos en nuestro valle de Benasque. Fueron las gentes llegadas del otro lado, adinerados cultos acompañados por montañeses, quienes movidos por su interés científico primero y más tarde deportivo, cruzaron la cordillera por los puertos Biello y de la Glera, por el Portillón de Benasque, para “conocer” el mundo de las alturas. Casualmente los tres grandes macizos de la cordillera quedan de este lado por completo: Maladeta, Posets y Monte Perdido.
El pirineismo y con él los tresmiles que nos ocupan, había nacido fruto del afán de conocimiento de la nueva época: ¿por qué el granito, una roca ígnea procedente del interior de la tierra, está en lo alto del Aneto y la caliza, una roca sedimentaria del fondo de los mares, en la Tuqueta Blanca?, ¿cómo pudieron doblegarse de esa manera los pliegues de la Tuca de las Culebras?, ¿qué fuerza inconmensurable ha podido excavar las cubetas de los lagos de Coronas?, ¿los hielos del glaciar de Llosás cómo empujaron ese gigantesco amontonamiento de derrubios que hay en su frente?, ¿por qué la Sierra Negra tiene ese color? 

El conde Henry Russell
Así Ramond, Reboul, Parrot, Peyter, Franqueville, Tchihatcheff, Packe, Russell, Wallon, Schrader, Le Bondidier, Cadier, Beraldi… manejaban igual el alpenstock que el martillo de geólogo, la cuerda de cáñamo que el barómetro de mercurio. Estos pioneros trasfronterizos y alguno de aquí como Heredia, cartografiaron la cordillera, dieron altura en metros a las cumbres de todos esos macizos desconocidos o nebulosos hasta entonces y crearon la literatura de montaña pirenaica. Todos ellos con la ayuda imprescindible de guías locales, la mayoría también franceses (los españoles, como Sayó, fueron escasos) que, no nos engañemos, no tenían otro interés que el natural de sacarles los cuartos a aquellos snobs estirados, porque ya pasaban demasiada hambre para que fuera de otra forma.
Después de ellos vendrían los pirineistas sin guía, la búsqueda de la dificultad, la montaña en invierno, el esquí, los clubs, los refugios… Todos, de una forma u otra, descubrieron más la alta montaña y dejaron su impronta en la toponimia de sus cumbres, en especial en los tresmiles. Esto también  es patrimonio inmaterial a  reconocer y conservar.
Al final ha llegado el turismo de montaña, la transpirenaica y las ultratrails, las listas de los tresmiles y sus coleccionistas, las prisas y las multitudes, los negocios, los intereses, los políticos, las comisiones…

Para terminar, volvamos a Vallibierna donde empezamos.
En 1865, Henry Russell y Charles Packe, que el año anterior habían fundado la sociedad Ramond para el estudio de los Pirineos, anduvieron por la zona. El famoso conde realizó la primera ascensión a una cumbre que quiso llamar Petit Nethou. Packe, en el mapa que publicó al año siguiente, lo llamó pico Russell en reconocimiento de los méritos de su amigo. Él, que había subido el primero al Vallibierna sin embargo mantuvo el nombre local, aunque deformado a la francesa: Malibierne. Quizá no entendió bien el patués cuándo preguntó a los pastores.
Packe fue también el primero en cruzar el Paso de Caballo hasta las Culebras: “Franquée esta hoja de cuchillo atraído por la vista de algunas amapolas -papaver alpinum- que crecían sobre el calcáreo silúrico de la punta inferior”.
La nueva lista elimina el Russell y lo convierte en Tuca d´el Cap de la Vall, y el Vallibierna, que considera no tenía nombre, lo renombra como Roca Bllanca.
Este año se conmemora el bicentenario de la primera ascensión a la Maladeta. Ninguna de sus múltiples puntas lleva el nombre de Barrau o de Parrot, sus primeros ascensionistas.
Así han sido las cosas pero no vamos a nombrar una comisión para enmendar tanta injusticia.

En fin, que lo importante no es la altura de la montaña que subimos, ni dónde está, ni siquiera la montaña misma, y mucho menos cómo se llama o cómo nos dicen que deberíamos llamarla. Lo importante es el entusiasmo que nos empuja a subirla, la libertad con que podemos hacerlo y el camino que elegimos.

TRAS LAS HUELLAS DE LOS GLACIARES MENGUANTES



“Cuando vemos venir un león salimos corriendo, pero si nos dicen que vendrá dentro de quince años ni nos movemos”.

Retroceso del glaciar de la Maladeta en 140 años


Un año más, tras un invierno benigno, el verano ha irrumpido desde mayo con temperaturas de julio. No es un episodio excepcional  sino una tendencia que se observa desde hace más de cien años y que se ha acelerado en las últimas décadas, lo que nos sitúa en el ámbito no de las volubilidades del tiempo sino de la tozudez del clima.

El negacionismo del cambio climático sólo cabe si es pasivo en las mentes de los insensatos ignorantes y si es activo en la de interesados egoístas. Aunque en ocasiones se dan ambas circunstancias en las mismas personas, lo que no impide que alcancen las más altas cotas de decisión a nivel mundial bien por su dinero, por decisión de una mayoría o por ambas cosas a la vez.
Entre quienes frecuentamos las altas montañas el porcentaje de ignorantes e interesados se mantiene en los mismos porcentajes que en la tierra llana porque, definitivamente, el subir montañas no nos hace más sabios ni más generosos que jugar al ajedrez.
Sin embargo, ninguno de nosotros, a fuerza de patear y mirar montañas, puede negar la evidencia: en un medio como el de las alturas, tan frágil y en equilibrio tan precario, el león del cambio climático hace ya muchos años que ruge con fuerza: En invierno, las nevadas son cada año más tardías y por tanto el manto nivoso desaparece antes, cada vez hay que subir más alto para calzarse los esquís a no ser que la nieve se fabrique artificialmente, con temperaturas más altas los corredores se vuelven peligrosos porque no hay buen hielo donde asegurar y las rocas sueltas caen constantemente, las cascadas de hielo no se forman o no lo suficiente, la nieve polvo con la que soñamos ser buenos esquiadores hay que ir a buscarla a latitudes árticas… vamos, que el invierno no es lo que era.
Y este verano (porque las estaciones intermedias casi han desaparecido) volveremos a ver la montaña desnuda de nieve, sedienta de torrentes y fuentes sin agua, desmoronándose en las cumbres más altas al desaparecer el permafrost (suelo helado), erosionándose sin piedad por las tormentas convectivas provocadas por el calor, abrasándose por los incendios… vamos, que el verano volverá a ser lo que ya es hace muchos años.
En nuestras montañas más altas, los Pirineos, (con el permiso de Sierra Nevada y Teide que son más altos pero menos montañas) un año más los neveros no sobrevivirán al mes de julio, muchos heleros permanentes dejarán de serlo antes de que lleguen las primeras nieves y los pequeños glaciares, la joya de la más alta montaña pirenaica, llegarán al final de la temporada con su hielo negro corroído por el sol, más pequeños, delgados y fragmentados que el año anterior.  Alguno no llegará.
Pero todo esto no es sólo un fenómeno propio de nuestra tórrida península que tiene la desgracia, para quienes nos gusta el frío, de estar demasiado al sur. En todas las altas montañas del mundo suben las temperaturas y disminuyen las temperaturas, y cada vez son más impredecibles, lo que aumenta los riesgos a medio y corto plazo. Y la nieve, ese elemento que hace de las montañas ese medio aún más hostil que tanto amamos, va desapareciendo.

El fotógrafo y ecologista Fabiano Ventura lo está ilustrando en el proyecto Tras la Huellas de los Glaciares, un trabajo fotográfico para Macromico Association que empezó en 2009 en el Karakorum y que ya ha transitado por el Cáucaso (2011), Alaska (2013) y Patagonia (2016). Este año está trabajando en el Himalaya y en el 2019 terminará en los Alpes.
Tomando como referencia fotos históricas de estas montañas, en ocasiones de hace más de cien años, Ventura busca el punto exacto donde aquel fotógrafo plantó el trípode para su pesado aparato y justo allí él instala su moderno equipo fotográfico. El resultado, que debería ser similar aunque con colores, sin embargo resulta casi irreconocible.
Aquí van cuatro ejemplos, uno por campaña.


2009.- El glaciar Baltoro (Baltistán, norte de Pakistán) con sus 57 kilómetros de longitud es uno de los más grandes del mundo fuera de las regiones polares. Comparando la foto de Vittorio Sella con la de Fabiano Ventura, separadas por un siglo, y pese a estar a los pies de la segunda cumbre más alta del mundo (K2, 8611 m.) es evidente la diferencia entre ambas: el glaciar ha perdido de 50 a 60 metros de espesor visto desde su orilla izquierda frente a las torres del Trango. Ahora se ve al otro lado el glaciar lateral del mismo nombre confluyendo con el Baltoro.


2011.- El glaciar Tvuiberi (Svanetia, Georgia) está en la vertiente más soleada del Cáucaso. En 127 años ha retrocedido cuatro kilómetros. Ha desaparecido de la fotografía actual. El valle excavado por su entonces potente lengua de hielo está ahora ocupado por el bosque. Puede verse en cualquiera de las dos vertientes la altura que alcanzaba entonces el hielo.


2013.- El glaciar Muir (Alaska, montañas Takhinsha) ocupaba un valle de cerca de cien kilómetros de longitud que desembocaba en el Pacífico. Su retroceso fue portentoso sólo en la década de los cuarenta. Hoy ha quedado reducido a una exigua lengua que a duras penas alcanza el agua de la Glacier Bay. Este es un buen ejemplo de cómo un valle glaciar, al retirarse los hielos es ocupado por el agua del mar formando un fiordo. Como los noruegos, pero en este caso no ha sucedido hace milenios al terminar la última glaciación cuaternaria, sino en pocos años y delante del objetivo de las cámaras.


2016.- El glaciar de las Torres del Paine (Patagonia chilena) hoy aparece casi extinto a los pies de las famosas agujas. Los turistas suben a diario hasta la laguna para verlas. No hace tanto, el mismo glaciar descendía por la ladera y su lengua cubierta de derrubios aún excavaba la cubeta donde años después, al retirarse los hielos, se formaría la laguna de las Torres retenida por la morrena frontal. En poco tiempo el glaciar habrá desaparecido por completo.

Como simple curiosidad añado un escenario que el proyecto de Ventura no contempla: Pirineos.


2001.- El que fue glaciar de Coronas (Pirineo Central de Huesca, Vallibierna) situado en la vertiente suroeste del Aneto no tiene una ubicación favorable para su supervivencia en los tiempos que corren (su vecino de Llosás ya ha desaparecido). Ahora sólo es un lentejón de hielo que queda fuera de la ruta normal al Aneto por esta vertiente. Podría también desaparecer como helero en este verano que comienza.

Hace quince años se nos dijo que el león vendría y, aunque hemos oído sus rugidos cada vez más cerca no nos hemos inmutado. Ahora que ya está aquí… ¿por qué no corremos?

VERANO EN EL OLIMPO - y II




Noche de invierno en el refugio Kakalos. Al fondo la cara este del Stefani (foto M. Styllas)


En la Europa de los mercaderes y los banqueros, hasta las cumbres llega el marketing que nos empuja a subir unas y a ignorar otras; y las montañas de Grecia no están en el ranking de las más codiciadas. Parece que allí sólo hubiera crisis y refugiados.

Y ciertamente hay montañas más altas, más difíciles y más hermosas. Pero sólo el Olimpo anida en nuestro subconsciente colectivo desde la noche de los tiempos y, aunque haya dieciocho cumbres con el mismo nombre de Chipre a Nueva Zelanda y Utha, sólo el Olympos, “el luminoso”, es el techo cultural de Europa donde los hombres por primera vez se trataron como iguales y se igualaron a sus dioses.
Los más importantes, encabezados por Zeus, se refugiaron allí seguramente para huir de ellos.
Y lo consiguieron durante mucho tiempo.

C. Kakalos, el cazador de Llitohoro que guió la primera ascensión a la punta Mytikas
Cuando a principios del pasado siglo hacía ya más de cien años que en Europa occidental se escalaban montañas y se buscaba la dificultad como nuevo argumento para subirlas, nadie había pisado aún la punta más alta del macizo.

El 2 de agosto de 1913 un cazador de la cercana aldea de Litohoro, Christos Kakalos guió a los suizos F. Boissonas y D. Baud-Bony hasta la punta Mytikas, la más alta. Hoy, uno de los refugios situados a mayor altura, en el plató de las Musas, lleva su nombre.


Algunas singularidades:
Situado entre las regiones de Tesalia y Macedonia al norte de la Grecia continental, a 400 kms. de Atenas, queda un poco lejos de los tradicionales circuitos turísticos. Sus dimensiones apenas superan los 25 kms. de un extremo al otro y está situado en la misma latitud que la sierra de Guadarrama. Sin embargo posee unas características muy variadas y únicas.

El clima de la región es mediterráneo pero la altura y la proximidad al mar lo trasforma reduciendo drásticamente las temperaturas hasta el punto de registrarse en el plató de las Musas veinte grados menos que en la localidad de Litohoro. En verano, época de gran afluencia de montañeros nacionales, el calor y la sequía son lo suyo, pero también la inestabilidad por las tardes con tormentas de fuerte aparato eléctrico, lo que debe tenerse muy en cuenta a la hora de afrontar ascensiones en días que amanecen soleados. En invierno, aparte las nevadas propiciadas por los vientos continentales, la estabilidad es mayor. Primavera y otoño tienen la sencilla virtud de evitar los excesos.

Mike Styllas, guía y guarda del ref. Kakalos, en el gran diedro de la vía Faidon- Galinos a la cara norte del Skolio.
La soleada vertiente sureste, ya lo vimos, es la de las vías normales repletas de aficionados, en especial la Zonaria y el plató de las Musas; por el contrario, al otro lado, el solitario circo de Megala Cazania es el mejor escenario para las largas escaladas en roca en especial la norte del Skolio con sus más de seiscientos metros de desnivel; la pequeña cara este del Stefani, al lado de los refugios del plató de las Musas está tomada por los escaladores poco andarines, y para quienes prefieren largas escaladas clásicas (vivac incluido) la cresta de Kopsi Naoum remonta nada menos que dos kilómetros y medio!... También el ultratrail está presente todos los meses de junio con la Olympus Marathon y hasta el esquí de montaña tiene cabida en las cumbres alomadas del oeste (Agios Antonios) y en el valle de Xerolaki, pero para eso habrá que esperar al invierno.

La entrada más fácil y frecuentada al macizo se hace desde Litohoro. Este acceso no sólo es útil para las rutas normales, sino también para las apartadas escaladas del N.O. gracias a los dos refugios del Plató de las Musas.
Para quienes gusten de aproximaciones salvajes y solitarias, que afronten las del norte desde Voudra o Petra. Para los que no, en vehículo 4x4 desde Olympiada, puede llegarse hasta el plató de Bará a 2400 m.

¿Qué más se puede pedir en una montaña tan pequeña?


Una propuesta difícil: elegir entre la Vía Comici o la Faidon-Galinos.

Comici-Escher a la cara este del Stefani, 200 m. IV-

Muy cerca del plató de las Musas y sus refugios es una escalada fácil para nostálgicos. Fue la primera escalada registrada en Grecia abierta además por el gran escalador de Trieste Emilio Comici junto a Anna ASrcher en 1934.


Vía Faidon-Galinos a la cara norte del Skolio, 550 m. VI, Spanoudis-Kotta-Sarantakos (1999)



Esta espléndida vía, una de las mejores de toda Grecia, es el resultado de los intentos de muchos escaladores desde 1967.
Vía de gran altura, aislamiento y compromiso. Durante los ocho primeros largos, en especial en los espectaculares diedros, la calidad de la roca es excelente. Luego menos. Posible vivac en la cornisa de la reunión 9.
La retirada es complicada a partir de la reunión 8 y el riesgo serio de trombas de agua y piedras en caso de lluvia o deshílelo de los campos de nieve superiores.


Aproximación en invierno a la cara este del Stefani (Foto M. Styllas)
Mapas y guías. La web
Mt. Olympus. 1:25.000 (2016) Ed. Anavasi
Olympus, classic ascent & hikes. Miltos Zervas. Ed. Anevenontas