Isla de Pico. Russell & Purrington. Grabado del s. XIX. |
La montaña más alta de Portugal
está en mitad del océano.
Archipiélago de Azores |
El
archipiélago de Azores no se llama así, como afirman algunas guías turísticas,
por esas aves rapaces. Por más que lo dijera hace mucho el navegante portugués
Diogo do Silves, mentía porque al no haber en las islas ningún pequeños
mamífero del que alimentarse su existencia era inviable.
La
verdad es mucho más sugerente aunque no sirva para que el rey te conceda un
azor que colocar en tu blasón: desde la Baja Edad Media se las conoce como las
islas “azuis”, porque, al aproximarse
a ellas navegando, su exuberante vegetación adquiere una tonalidad azul entre
mar y cielo.
El
puerto de Horta en la isla de Faial ya no es la base de balleneros que fue. Ahora
es escala obligada para otros navegantes, los deportistas que a vela llegan desde
el Caribe camino de Europa. Colón lo hizo por primera vez en enero de1493 al
regreso de su viaje de descubrimiento, y ya por entonces este archipiélago era
el faro europeo en los límites del Mar Tenebroso. Hoy todavía lo es, y por eso
quienes lo alcanzan lo celebran, aunque aún les queden 2000 kilómetros de
océano por delante.
El
Almirante fue aquí retenido unos días por los portugueses temerosos de que, en
su búsqueda de una nueva ruta a las Indias por occidente al servicio de
Castilla, hubiera logrado su objetivo cuando ellos aún no habían conseguido
bordear África yendo por el camino menos aventurado, el del sur.
Graffitis de navegantes en el muelle de Horta |
Los
navegantes atlánticos que recalan hoy en Horta lo celebran en el mismo puerto,
en el Café Sport, más conocido como el bar de Peter y famoso por ser sus gintonics los mejores del Atlántico
Norte. Acodados en su barra después de semanas de travesía buscan en el fondo
del vaso de tubo un motivo que pintar en el muelle donde tienen amarrado su
velero. Es una tradición, que ya llena de grafitis coloristas todos los
atraques, y que inmortaliza las hazañas anónimas de marinos anónimos que
dejaron por un tiempo una vida anónima en una ciudad anónima para emular al
Almirante y, como mucho, descubrirse un poco más a sí mismos.
Bar de Peter |
Resulta
fácil encontrar el bar de Peter por su inconfundible cachalote en la fachada
azul; incluso para un viajero de secano que prefiere suelo firme porque se
marea pronto. Pero también a él, después de varios gintonics, se le mueve el suelo del bar. Amarrado a la barra cree
que será por la deriva de las placas; de las placas tectónicas.
El
archipiélago de las Azores es la afloración sobre el nivel del océano de la gran
Dorsal Atlántica, la cordillera submarina resultado del choque, justo aquí bajo
sus pies, de las placas americana, africana y euroasiática. El resultado es la
cordillera más grande del mundo con 60.000 kms. de desarrollo desde el Ártico
al Antártico, pero sumergida.
El
viajero de secano imagina los peces revoloteando como pájaros entre los picos
submarinos. Luego mira por la ventana más allá de su vaso vacío, más allá de los
mástiles bamboleantes, por encima del rompeolas, por encima de la bruma marina.
E intuye el cono terminal del volcán do Pico flotando sobre las nubes a 2.351
metros de altura, azul como una isla atmosférica.
Desde el volcán |
Pero
la vecina isla do Pico, como ésta de Faial y las otras siete, está bien
plantada sobre la Dorsal Atlántica que nace a miles de metros bajo las aguas en
las llanuras abisales. Y su volcán, dormido desde el siglo XVIII, es su techo y
el de Portugal.
El
viajero de secano piensa que del mar a la cima no será un mal paseo: dos mil
trescientos cincuenta y un metros uno encima del otro.
Mañana
cruzará en el primer ferry hasta Madalena, y desde su puerto remontará a pie el
altiplano del centro de la isla hasta la Casa de la Montaña a 1100 metros de
altura. Allí le colocarán un localizador GPS (aunque ¿dónde perderse en esta
isla-volcán?), y luego seguirá subiendo otros tantos metros hasta entrar en la
caldera plana y desolada donde los dispositivos sísmicos que vigilan el volcán
le parecerán módulos lunares. La cruzará despacio como Armstrong y en su centro
aún deberá superar el pequeño cono somital entre vapores sulfurosos.
Pero
eso será mañana, si la resaca lo permite.
-Peter,
otro gintonic.
Y
Peter atiende sin problemas aunque se llame Jose Azevedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario