Cerro
porque así llaman en las regiones andinas a sus montañas.
Peña
porque sobre todo es rocosa, mejor pedregosa.
Vieja
porque el tiempo ha convertido su cumbre en un osario petrificado.
del Pissis,
porque esa gran montaña vecina protege su anonimato.
En la cima frente a la cota 6.504 |
Yo también estuve allí y lo
vi es,
en el fondo, la justificación del viaje. Si además eres el primero y lo viste
antes que nadie, la satisfacción viajera se tiñe un poco de vanidad. Y para
quienes hemos hecho de subir montañas un estilo de vida -montañas que otros
muchos han subido antes que tú-, alcanzar una que no ha sido hollada todavía
permite saltar del yo al ego.
Las
difíciles de verdad, hace tiempo que se conquistaron y figuran en el American
Alpine Journal con sus perfiles vertiginosos y sus grados estratosféricos. Pero
quedan las fáciles, lo que es una esperanza para el ego de los montañeros malos
como nosotros. Pero pasa que éstas siguen siendo altas y estando lejos. Costará
primero descubrirlas y llegar hasta allí. Y luego subirlas con el aire tan fino
a esas alturas, con el agotamiento y el frío.
Así
resultó la cumbre 6195 m. de la carta topográfica Monte Pissis 2769-34 del IGM argentino.
En
la Puna de Atacama de los Andes, entre las provincias de La Rioja y Catamarca frontera con Chile, se concentran el mayor número de seismiles de la cordillera. El Pissis, la tercera cima de América,
era el objetivo para el que ya llevábamos dos semanas aclimatando en cumbres
menores. Al final, la mala logística de los campamentos y -¡qué demonios!- sus
casi siete mil metros y la soledad lunar de la zona resultaron excesivas para
nosotros.