LOS SEDOS, CAMINOS DEL VÉRTIGO


Gregorio Pérez "el Cainejo" 
en los sedos de Oliseda, canal de la Jerrera (recreación)
He mirado un buen rato la gran bóveda de la cueva de Ozania. El viejo Juanín, que pasó aquí tantos días protegiendo su rebaño de la tormenta, dijo que había pinturas muy antiguas. No he visto más que lo que mi imaginación ha querido ver en las anfractuosidades y humedades de la roca, alta como una catedral.
Vamos camino del Jou Lluengu, en la vertiente occidental del macizo del Cornión en Picos de Europa.
Al resguardo de la balma aún quedan las ruinas de un aprisco para el ganado. Afuera, la canal se precipita como un tobogán de hierba tumbada hasta el río Dobra, setecientos metros más abajo.
Las cabras de Amieva ya no pastan en estas pendientes de vértigo. Cuando lo hacían no podían subir hasta aquí desde el puente del Restaño porque la canal de Ozania se estrecha pronto y luego los cortados la cierran por completo. Juanín debía conducirlas dando un largo rodeo para salvar el cordal de los Llastrales por la Muda de Ozania subiendo más de mil metros para luego entrarle por arriba.

Nosotros venimos desde abajo abriéndonos camino entre los bosquecillos de avellanos y los bloques que ciegan el cauce. Luego hemos salvado los cortados por el único sitio posible: los sedos de Ozania. Hoy apenas se reconocen desde que Juanín dejó de usarlos cuando bajaba a por provisiones hasta Amieva. Sabía que sus cabras no irían a ningún sitio hasta su vuelta.

Sedos de Ozania



Los habitantes de Picos hasta el siglo pasado conocían lo que era moverse en un entorno agreste y sabían hacerlo con pìe seguro: por canales, traviesas, llastrales, desventíos, llampas, seus… la toponimia de los caminos difíciles no puede ser más variada en otro lugar.

Sedo (“seu” o “sedu”) significa sendero, pero es algo más, o algo menos. Es un paso duro, estrecho, obligado, expuesto al vacío donde hay que agarrarse con las manos para superar los cortados que con frecuencia cierran las canales que conectan el paisaje lunar de los jous y las torres en las alturas con los valles profundos y boscosos. Son recorridos usados desde siempre por los lugareños para alcanzar de forma más directa las majadas, para situarse en los mejores tiros de caza, para hacer leña, buscar tila… para acompañar a los señoritos que quieren subir a una torre sin ninguna razón, pero que pagan. En el Dobra, en el Cares, en el Duje, en el Deva.
Hoy muchos han desaparecido por abandono (sedo de Pradillu, de Argomosu., de la Arena…) Otros, los más populares, se han acondicionado con voladuras y escalones como en Asotín, con cables y clavijas como en el Picayo. Aún los hay que mantienen su buen estado original y son transitables incluso para el vacuno, como el de Mesones; en ocasiones solo acondicionados con “armaduras” de piedras y troncos por donde únicamente se atreverán las cabras, como en el Culiembro. Pero muchos solo permitían el paso de pastores y cazadores habituados a las peñas como Juanín: pasos delicados sobre hierba y roca como estos de Ozania o directamente peligrosos como los de Oliseda. Por último, también los hay difíciles como escaladas por los que ni los lugareños se aventuraron nunca, como el sedo de la Cabra Blanca, hasta que extranjeros excéntricos como Saint-Saud o aristócratas ricos como Pidal se empeñaron en alcanzar lo inalcanzable hasta entonces y pagaron a lugareños para que les buscaran el camino y fueran por delante.

En el circo de Thagia
Lejos de Picos, en Taghia (Alto Atlas marroquí) aún se usan accesos parecidos y también inverosímiles para alcanzar los altos platós herbosos desde el fondo sombrío del circo rocoso. Todavía allí la necesidad obliga a unos desplazamientos en los que no puede darse un mal paso porque será el único.
Como hace tiempo se decía de los “cainejos” de Picos, los bereberes de Taghia tampoco mueren, se despeñan.

Hemos subido por los sedos de Ozania y seguiremos hacia arriba hasta la pequeña cumbre del Camperón, a los pies de las grandes torres del Cornión apenas espolvoreadas de nieve en este otoño tardío y por encima de los bosques de Sajambre en amarillo, cobre y rojo.

Pero no bajaremos por aquí. Los sedos se negocian mal a la contra. Lo haremos por la Muda, por donde lo hacía el ganado.

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