La primera ascensión documentada al Popocatépetl (5.452 m.)
En México también hay grandes montañas (Foto: HGMéxico) |
Practicar montañismo en América,
lo que se denomina andinismo en gran parte del continente, muchas veces consiste
en subir volcanes. Esta es una de sus principales señas de identidad.
Toda la gran cordillera americana, de los Andes a las Rocosas, forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, la zona con mayor actividad sísmica y volcánica del mundo. No es extraño que algunas de sus cumbres más significativas sean volcanes, algunos muy altos -Ojos del Salado (6.893 m.), Pissis (6.795 m.), Bonete (6.760 m.)…- otros con conos muy hermosos –Parinacota, Cotopaxi, Tungurahua, Villarica, Lanín…- unos apagados, muchos dormidos, bastantes activos.
Desde antiguo los indios, en
especial los incas, consideraban que estas montañas eran lugares sagrados por
ser la conjunción del cielo y del infierno; las miraban con reverencia y, en
ocasiones, las subían con temor. Así lo testimonian las ruinas, cerámicas,
maderas y momias localizadas en sus cimas.
Volcanes desde México |
Hecha esta aclaración de
justicia, el próximo noviembre hará 500 años de la primera ascensión
documentada por escrito a una gran montaña americana, volcán alto, hermoso,
activo y emblemático: el Popocatépetl,
5.452 m. Aunque según tradiciones orales, los tecuanipas, predecesores de
los mexicas, habían subido dos siglos antes.
La
película mexicana Epitafio (2015)
recrea la hazaña de Ordás (Fotograma
del film)
|
Corría el año 1519 y, contra la
opinión de Velázquez, gobernador de Cuba, Hernán Cortés decidió la conquista
del imperio azteca. Como muestra de su determinación, hundió sus naves en un
camino sin retorno y, con solo 500 hombres y 16 caballos se alió con los
pueblos sometidos al imperio y avanzó sobre su capital, Tenochtitlán.
A primeros de noviembre
alcanzaron un paso de montaña a 3.500 m. que hoy lleva su nombre, el paso de
Cortés, y que daba acceso a la meseta de Anáhuac donde se asentaba la mayor
ciudad de América, la actual ciudad de México, en medio de una laguna como una
nueva Venecia torreada de pirámides.
En ese punto, Cortés ordenó a uno
de sus capitanes, el leonés Diego de
Ordás, que subiera al volcán humeante que se alzaba al sur del paso. Ordás era mal jinete pero muy buen andarín.
Al norte, otro volcán, el Iztaccíhuatl,
también de más de cinco mil metros de altura pero apagado, no despertó ningún
interés.
El
Popo desde el santuario de los Remedios de Cholula, Puebla (Foto:
HGMéxico)
|
Las razones por las que se embarcó en aquella arriesgada empresa difieren
según las fuentes consultadas. En cualquier caso no eran las que nos impulsan a
nosotros a subir montañas, aunque sí bastante más comprensibles: había sido
ayudante de Velázquez, el rival de Cortés, con lo que se ganaría la confianza
del conquistador. Además podría aportar importante información sobre la ciudad
que tan bien debía verse desde aquella atalaya. Y, con la hazaña, quizá se
apuntalara la superioridad de los españoles frente a los indios, puesta en
entredicho después de los primeros combates.
Y, por supuesto, Cortés quería tener información de primera mano para
luego contar al emperador Carlos qué admirable fenómeno era aquel de la montaña
ardiente. Las crónicas apuntan que hacía falta azufre para fabricar pólvora, lo
que ha quedado en la memoria colectiva como la razón principal de la ascensión,
aunque no fuera cierto.
Ruta de Cortés a Mëxico en 1519 y actual a los volcanes |
Cuentan que a Diego de Ordás le acompañaron en su ascensión algunos otros
españoles, dos, diez… aparte de los indios de apoyo.
Todos fueron abandonando ante la lluvia de piedras que les lanzaba el
volcán, el hielo de los glaciares que hoy ya han desaparecido, y el frío y la
finura del aire de las alturas que aún sigue allí. Solo Ordás llegó hasta el
borde del cráter, no sabemos si en su punto más alto, pero no importa.
Al bajar, enseñó a Cortés unos carámbanos de hielo y unos puñados de
nieve que traía de la cumbre. Es poco creíble, pero lo cuenta Bernal Díaz del
Castillo, que estuvo allí, en su Historia
Verdadera. Y nos gusta porque ese es el motivo que nos empuja a nosotros a
subir montañas, perseguir un sueño que
luego se nos funde entre los dedos.
Vieja foto del interior del cráter |
Pero lo que de verdad perseguían aquellas gentes en sus exploraciones era
fortuna y fama. Así que luego vinieron la entrada en Tenochtitlán, la prisión y
muerte del emperador azteca Moctezuma, el enfrentamiento con las tropas
enviadas por Velázquez, la huida en la Noche Triste y la vuelta para la
conquista definitiva de Tenochtitlán en 1521.
Por entonces sí que andaban escasos de pólvora.
Y aquí llega la segunda ascensión. Durante el largo asedio a la capital
azteca, Cortés envió de nuevo al volcán a algunos de sus hombres: Francisco
Montano acompañado de otros dos, Larios y Mesa. Ya en el borde del cráter, el
primero se hizo descolgar con sogas hasta el fondo y en media docena de viajes
sacó ocho arrobas de azufre (unos 90 kg.). Cortés escribió al emperador Carlos
que para la próxima la pólvora se la enviaran desde España.
Cinco siglos después, siete rutas se han abierto hasta la cumbre en época
moderna. Pero, desde finales del siglo pasado, la actividad volcánica en el
Popocatépetl, el cerro que humea, es
tan continua e intensa que su ascensión está prohibida. Sus cinco refugios han
quedado arrasados y los glaciares han desaparecido. Aún así sigue siendo el
perfil más reconocible desde ciudad de México, enmarcando el paso de Cortés
junto al Iztaccíhuatl, la mujer dormida.
Todos lo llaman el Popo, y las gentes de los pueblos cercanos, con más confianza pero con respeto, don Goyo.
Nota: Diego de Ordás, antes de
subir al volcán, ya había recorrido las costas de Colombia y participado en la
conquista de Cuba, después hizo toda la campaña de Méjico y regresó a España en
dos ocasiones, una para presentar los informes de Cortés al rey y otra para
asistir a su boda, y finalmente fue el primero en navegar el Orinoco en busca
de El Dorado que, por supuesto, no encontró. Naufragó y desapareció en su
regreso definitivo a España en 1532. Lo del Popocatepetl fue una
excursión de fin de semana.
CINCOMILES DE MÉXICO
Ascensión al Iztaccíhuatl,
5220 m.
Avanzando
sobre el glaciar del Vientre en el Izta
(Foto HGMéxico)
|
Ya que no podemos emular la hazaña de Ordás mientras persista la
actividad del Popo que ya va para veinticinco años, podemos recorrer el perfil
de la Mujer Dormida desde los Pies hasta su Pecho, que es la cumbre más alta, y
tener el mejor mirador sobre el volcán.
Habrá que consultar que el Semáforo de Alerta Volcánica del CENAPRED* no
esté en rojo porque entonces las emanaciones gaseosas pueden llegar hasta nuestra
montaña.
Aunque hay numerosas rutas, el abandono y destrucción de los refugios de
casi todas, complica la logística. Pero lo que debe hacernos desistir de
aventurarnos fuera de ruta normal desde el Paso Cortés y La Joya es la
inseguridad, y directamente la peligrosidad, frente a las bandas organizadas de
delincuentes. La presencia del recién creado Cuerpo de Policía de Montaña ha
mejorado la situación, pero esto es México, no hay que alarmarse pero conviene
no olvidarlo.
*Centro Nacional de Prevención de
Desastres.
Datos técnicos de la Ruta Clásica o de los Portillos
Con experiencia en montaña puede ascenderse esta montaña por libre. Pero
es frecuente contratar alguna agencia en la cercana capital federal que
facilitará la logística, y proporcionará guía y material.
Cualquier época del año es buena, si el tiempo lo es. Pero la altura
impone ropa de abrigo. Puede ser conveniente un piolet si ha nevado y crampones
siempre para el cruce del glaciar Ayaloco o de la Panza, si todavía queda algo
de él. Bastones muy recomendables como en toda montaña volcánica. Muy fácil,
sólo habrá que poner algo las manos para alcanzar la Cruz de Guadalajara.
Sin embargo es un recorrido largo y a gran altura, por lo que es
recomendable hacer noche en el refugio de los Cien (4720 m.) y haber
aclimatado antes en alguna otra cumbre menor como el nevado Toluca.
Ascensión al Orizaba, 5611 m.
Nieve
reciente en el glaciar Jamapa (Foto: HGMéxico)
|
Para los amantes de las cumbres top es el techo de Méjico, también conocido
como Citlaltépetl. Queda algo más apartado, en los límites entre Puebla y
Veracruz, y su ascensión es algo más
compleja.
Este volcán dormido es también la tercera cumbre de América del Norte
después del McKinley y el monte Logan.
Datos técnicos de la Ruta Clásica o del glaciar Jamapa
Sus dos vías normales van una por el sur (ref. Fausto González Gomar),
terreno pedregoso y sin nieve salvo cerca del cráter, y otra por el norte, la
más recomendable porque atraviesa el glaciar Jamapa, el mayor de México aunque
también llamado a desaparecer pronto como los del Iztaccíhuatl.
Desde la localidad de Tlachichuca se precisa transporte 4x4 durante 26
kms. hasta llegar al refugio de Piedra Grande (4274 m.)
La considerable altura (algunas mediciones la elevan hasta 5730 m.) y el
gran desnivel que se salva en el día exige una buena aclimatación.
El cruce de la gran colada volcánica del Laberinto es la más complicada,
y el glaciar que arranca sobre los cinco mil metros va aumentando su pendiente
hasta alcanzar los 40º. Necesarios crampones y piolet. Últimamente la aparición
de grietas puede aconsejar el uso de cuerda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario