Del desencanto a la
comprensión
Recuerdo
haber leído hace mucho tiempo “Zanskar,
el reino escondido y remoto” de Michel Peissel y sorprenderme, como ante un
regalo de sueños, de que a finales del siglo XX aún quedaran rincones en las
montañas del mundo tan apartados por su geografía y su historia como éste en la
región del Ladakh indio.
Arrinconado
entre las últimas alineaciones del Himalaya y anclado en una monarquía
medieval, el Zanskar ocupa el alto valle del río que le da nombre y que
desemboca en el Indo por uno de las mayores y más intransitables desfiladeros
del mundo, el Chadar. Como si de un gigantesco y reseco valle de Valdeón se
tratara, sólo tiene acceso desde los altos puertos… o, en este caso, durante lo
más crudo del invierno, remontando el río helado. En la vertiente norte del
Himalaya, a resguardo de las lluvias del monzón y budista entre musulmanes e
induistas, la región es claramente tibetana.
Cuando
Peissel visitó el valle en los años setenta, ya una pista de más de 200
kilómetros, abierta con fines militares dada la inestabilidad de la zona disputada
con el vecino Pakistán, conectaba el valle, por el puerto de Pensi La (4.400
m.) con Kargil, al lado de la frontera, en la carretera de Leh a Srinagar. Dos
días de viaje.
Hoy
el valle ya no es lo que era, y no podía ser de otra forma. El propio libro de
Peissel ha contribuido a convertirlo en los últimos veinticinco años en un
destino muy solicitado por el turismo de aventura. Porque quienes nos definimos
como viajeros, allí sólo somos turistas accidentales.
Durante
años pensé en hacer el recorrido clásico, el GTZ (la Gran Travesía del Zanskar)
con el libro de tapas amarillas en la mochila; desde Lamayuru a orillas del
Indo al norte, hasta Darcha cerca ya del sur lluvioso. No menos de doscientos
kilómetros y varios collados arriba de los 5000 metros.
Pero
cuando me he decidido ha sido demasiado tarde.
Había
comprobado en varias ocasiones que las excavadoras abren pistas frenéticamente
por todo el Himalaya y, aunque en los foros y blogs los comentarios y las fotos
procuran ignorarlo, Google Earth resulta inexorable. Acerca la lupa y verás la cicatriz que
serpentea todo el curso del río Kali Gandaki, la garganta más profunda de la
Tierra, y que durante semanas recorrieron a pie Herzog y su equipo como cuenta
en “Annapurna, primer ochomil”. Y aún
continúa río arriba hasta Lo Mantang, en el Mustang, el “reino prohibido del Himalaya” que también nos descubrió Peissel.
Acerca la lupa a cualquier lugar habitado del Himalaya, por recóndito que sea,
y tus falsos sueños de aventurero burgués estarán rotos. Acerca la lupa al
Karakorum, a los Andes, al Atlas, a los Zagros, al Cáucaso, al Pamir…
El Zanskar, con la Gran Travesía ahora convertidas en pista y la alternativa de la Gran Diagonal |
En
Zanskar la B.R.O. (Border Road Organization) primero prolongó la vieja pista
desde el polvoriento Padum hasta la antigua capital del reino, Zangla. Después
metió sus buldozers por el norte y desde Lamayuru conectó pueblo tras pueblo,
superó el Singge La (5060 m.) y cayó sobre el valle. Y también lo hizo por el
sur, con algo más de lentitud, y ya sólo queda coronar el Shingo La (5100 m.) sorteando
los hielos de los glaciares que por allí se descuelgan.
La
mayoría de las agencias de trekking siguen ofreciendo el viejo recorrido sin
advertir que ahora habrá que hacerlo por polvorientas pistas con el único
riesgo de ser atropellado por un Tata 4X4.
El
paisaje sigue estando allí, tan mineral como en el origen del mundo, los
monasterios blancos aún se encaraman a los precipicios, los pueblos amontonan
sus casas ladera arriba y aún se anuncia el palacio real de Zangla. Pero no es
lo mismo, la GTZ va camino de convertirse en un parque temático y dentro de
nada podrá hacerse el recorrido completo en todoterreno climatizado sin sufrir
el frío o el calor, el polvo o el viento. Los más aventureros en moto o btt.
Pero
seamos realistas, las comunicaciones (que eso son las pistas) hace ya mucho
tiempo que llegaron a nuestras montañas civilizadas para luego convertirse en
carreteras, ferrocarriles, teleféricos, tendidos eléctricos… No nos ofusquemos,
desde siempre el desarrollo de las zonas habitadas y recónditas de las montañas,
es decir la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes, ha pasado
primero por mejorar el transporte y las comunicaciones. Y esto empieza por abrir pistas.
Nosotros
no somos más que viajeros ocasionales que saliendo de nuestra vida cómoda
jugamos a la aventura. Pero de lo que hablamos, para quienes viven allí todos
los días, es de mejorar mínimamente su comodidad y su seguridad.
De
no ser así nadie querrá quedarse en esos pueblos miserables cuando ven lo que
hay fuera en las pantallas de sus móviles. Y marcharán todos a Leh, a Manali, a
Srinagar, o a Delhi, por lo menos Los pueblos quedarán desiertos, los “gompas” sin monjes, los campos
abandonados y los pastos sin ganado. Y los viejos caminos, sin uso y
mantenimiento, se deteriorarán, se volverán peligrosos y pronto serán
intransitables.
Sin
embargo, para quienes os empeñéis en buscar aquí vuestra pequeña aventura, ha
empezando a correr la voz sobre una Gran Diagonal del Zanskar que, salvo algún
cruce o pequeño tramo, evita la pista Norte-Sur. Desde el pueblo de Kanji, en
el noroeste, hasta Sangtha, en el sureste. Otros doscientos kilómetros y dos
semanas de caminata por un terreno más salvaje si cabe que el original.
Pero
yo me voy al valle de Nubra. También hay pistas, pero menos. Y camellos
bactrianos.