Viaje al centro de la Tierra III
"…Me incliné sobre una roca avanzada hacia su interior y dirigí hacia abajo mi mirada. Mis cabellos se erizaron instantáneamente. El sentimiento del vacío se apoderó de mi ser. Sentí desplazarse mi centro de gravedad y subírseme el vértigo a la cabeza como una borrachera. No hay nada que embriague tanto como la atracción del abismo…"
Julio Verne. Viaje al centro de la Tierra, capítulo XVII.
No es el por cráter del Snaefells (Islandia) por donde se desciende al centro de la Tierra, sino por la sima del Cueto, tampoco se sale por el Strómboli (Sicilia), sino por la cueva Coventosa; aquí al lado, en el valle del Asón (Cantabria).
Resultó tener más de 300 metros de caída vertical que con otros pozos menores alcanzaba los -500 desde su boca. El salto mayor lleva hoy el nombre de aquel espeleólogo que lo bajó: pozo Juhué.
No resultó el centro de la Tierra pero casi.
A quienes disfrutamos de la montaña al aire libre y sus grandes espacios no deja de sorprendernos y agobiarnos este mundo al revés, donde en lugar de subir se baja y en lugar de buscar la luz se ahonda en la oscuridad.
El aire del complejo de cavidades, a unos 12 grados, más fresco por lo general que el del fondo del valle donde se abre la boca inferior, se desploma por su mayor peso buscando la salida. Un estrechamiento cerca de ésta origina por compresión un tubo de viento. Todo el que entra en la cueva oye su soplido: Coventosa.
Más adentro vuelven la calma y el silencio, un pequeño rápel ahuyenta a las multitudes, después las maravillas de las salas Secreta, de los Fantasmas, de los Lapiceros, la galerías de los Enanos, del Espejo…
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